Pocas apariciones cósmicas han inspirado tanto respeto y temor como los cometas. El particularmente llamativo cometa Halley, cuya última aparición en el sistema solar interno fue en 1986, aparece en el Talmud "como una estrella que aparece una vez cada setenta años". En 1066, la aparición del cometa fue vista como un portento de fatalidad antes de la Batalla de Hastings.
La ciencia moderna adopta una visión más medida. Cometas como el Halley son aglomeraciones de hielo y polvo que orbitan el Sol en órbitas muy elípticas, adquiriendo sus espectaculares colas en el viento de partículas cargadas que provienen del Sol. Incluso se conoce su fuente: son objetos del Cinturón de Kuiper, remolcados de sus órbitas por Neptuno y Urano.
Pero hay un problema. Ciertos cometas, como Hale-Bopp, que pasó por nuestro vecindario en 1997, aparecen muy infrecuentemente en nuestro cielo. Sus órbitas deben ser muy largas, demasiado como para originarse en el Cinturón de Kuiper. Los astrónomos creen que el sistema solar está rodeado en todas direcciones por un tenue halo de cuerpos helados, expulsados de la vecindad inmediata del sol hace miles de millones de años por la gravedad de los planetas gigantes.
Esta "Siberia cósmica" es conocida como Nube de Oort, en honor al astrónomo holandés Jan Oort, que propuso su existencia en 1950. Esta difusa esfera de material nunca ha sido vista. Y si buscar el planeta X es difícil, la búsqueda de la Nube de Oort es una pesadilla. Se encontraría muy lejos, sería muy difusa y sus piezas demasiado pequeñas para ser vista por los telescopios.
Recientemente, los astrofísicos Daniel Babich y Avi Loeb del Centro Harvard-Smithsonian dicen que podrían ser capaces de detectar la nube al estudiar la radiación de fondo de microondas: la radiación que baña el espacio uniformemente dejada por "la Gran Explosión".
Otros misterios permanecen. El número y trayectorias de los cometas de largo período vistos hasta ahora sugieren que la Nube contendría trillones de objetos de un kilómetro de diámetro o mayores, con una masa combinada varias veces la de la Tierra. Esto es más material del que las actuales ideas acerca de la formación del sistema solar pueden explicar, lo que signfica que nuestros modelos deberían ser revisados, según indica Levison.
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